El análisis es importante, pero tiene que ser acotado. Analizar bien no es buscar certezas absolutas, sino estructurar el pensamiento con un marco claro. Acá te comparto cómo entiendo cada una de las tres etapas clave para avanzar:
1. Analizá bien
- Definí el problema: Si no lo podés escribir en una frase, todavía no lo entendiste.
- Listá alternativas concretas: Las decisiones reales se toman entre opciones viables, no entre ideas vagas.
- Usá criterios definidos: Evaluá las opciones con lógica, no con intuición pura.
- Involucrá a otros si es necesario / posible: Pedí miradas distintas. La diversidad de opiniones enriquece la visión.
- Acotá el tiempo de análisis: Ponete una fecha límite. «Everyone needs deadlines» decía Walt Disney.
2. Decidí sin demoras
- Una vez analizado, decidí. Lo peor que podés hacer después de analizar bien es seguir postergando la decisión.
- No esperes la certeza total: No existe. La decisión perfecta no llega, y esperarla sólo te frena.
- Asumí la responsabilidad: La decisión es tuya. No es para delegar ni esperar aprobación eterna.
3. Actuá rápido
- No dejes que el día a día te frene: Muchas decisiones quedan “tomadas” pero no se ejecutan.
- Asigná recursos: Tiempo, presupuesto, equipo. Sin eso, no hay acción real.
- Dale prioridad: Ejecutar lo estratégico debe ganarle al torbellino de lo operativo.
- Medí resultados: No para castigar errores, sino para aprender y ajustar.
El riesgo de no decidir a tiempo sobre temas estratégicos es enorme. Cuando las decisiones se dilatan, los problemas crecen, las oportunidades se enfrían y la energía del equipo se dispersa. Lo no decidido crea ruido, incertidumbre y una carga mental que termina afectando incluso la operación diaria. Muchas veces, los temas difíciles no se resuelven… simplemente se agravan con el tiempo.
Y acá está una (de las pocas) ventaja enorme que tienen las startups frente a las corporaciones: la capacidad de decidir y ejecutar rápido. Mientras una gran empresa necesita múltiples niveles de aprobación, validaciones cruzadas y ciclos eternos de planeamiento, una startup ágil puede analizar, decidir y actuar en cuestión de días. Ese ritmo es un activo estratégico. Pero para aprovecharlo, hay que animarse a usarlo.
Además, como fundador o líder, tu equipo espera decisiones. Las personas están esperando que definas el rumbo. Postergar decisiones importantes no solo frena el avance, también genera desilusión. El equipo se frustra, pierde foco y empieza a actuar sin alineación. Tomar decisiones no solo mueve la empresa hacia adelante, también consolida la confianza del equipo en su liderazgo.
Y no nos olvidemos: incluso con el mejor análisis, nos vamos a equivocar. La clave está en monitorear los resultados y tener la humildad de ajustar si es necesario. Pero también en darle a cada decisión el tiempo suficiente para mostrar su impacto. Las decisiones importantes no entregan resultados inmediatos. Pero son las que, en el largo plazo, construyen lo que queremos lograr.
Así que ya sabés: analizá bien, decidí sin demora, y actuá rápido. Tu startup — y tu equipo — lo necesitan.